Laureano está empecinado en hacer lo imposible por encontrar a Elisa y a sus hijos para matarlos.

Absorto en sus pensamientos, mira por la ventana del despacho hacia el taller mecánico. Y un simple y pequeño gesto echará luz sobre la verdadera identidad de sus jóvenes vecinos: tanto Leo como Segundo y Enzo se toman de las manos de la misma manera que – allá lejos y hace tiempo – tres pequeños lo hacían en el funeral de su padre….

De pronto, tiene una repentina e innegable revelación: comprende que los hermanos Morales son en realidad los hermanos Sosa. Gómez Acuña no puede creer haber sido tan ciego para darse cuenta que tiene al enemigo viviendo frente a su propia casa.
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